Contaminado de un nuevo virus, nuestro entorno quedó artificialmente descontaminado de combustión por un breve tiempo. Pero conservar la pureza de ese medio inhabitado se planteaba difícil, como se comprobó tan pronto el hombre volvió a las calles.

Meses después, pese a que casi todo cambió, el impacto sobre el medio ambiente retomó su propia normalidad, y el ecosistema emprendedor lo mantuvo como un objetivo inalterado.

La tecnología destinada a combatir el calentamiento global y los emprendimientos relacionados con la sustentabilidad atrajeron más y más fondos ignorando la adversidad, en un momento en que el capital se centró principalmente en el área de salud.

En la primera liga, varios unicornios han confirmado -y premiado con creces- el rumbo del mercado. Sobre todo referentes como Tesla, boom en Wall Street con sus autos eléctricos y paneles solares; o Beyond Meat, con sus alimentos a base de vegetales producidos con menores emisiones de dióxido de carbono, por citar a los más resonantes.

Sin importar el sector, se ha instalado una oportunidad mayúscula de romper la inercia en la industria que imagines, dentro o fuera de las líneas de producción, hasta en las acciones cotidianas.

Si quieres incursionar pero no tienes la billetera de Elon Musk o la prensa de la “carne falsa”, puedes inspirarte en startups españolas que desarrollan sus ideas a nivel más terrenal, y con no menos ambiciones.

Y aunque no lo parezca en el contexto actual, los astros parecen haberse alineado para hacerlas realidad: nunca antes hubo tantas tecnologías a la mano, ni mayor demanda de los consumidores, ni tantas políticas, regulaciones, inversiones e incluso talento como en estos tiempos.

¿Te animas? La barcelonesa Oimo lo ha hecho y se ha lanzado a reemplazar los plásticos de un solo uso que acaban en el océano con un nuevo material biodegradable. También se ha aventurado Liight, una aplicación creada por jóvenes en Madrid, que busca promover hábitos sustentables entre la población.

Sígueme que te cuento más.

 

Ni hay Covid que lo pare

 

La sacudida de la pandemia ha frenado y redirigido inversiones a necesidades de la crisis sanitaria. Áreas como ciencia y biotecnología se mostraron resilientes al impacto de corto plazo del virus (aunque ya lo percibamos eterno), mientras la de soluciones orientadas a la sustentabilidad no solo se ha mantenido activa, sino que ha crecido.

Entre ellas, las climate tech o tecnologías destinadas a descarbonizar la economía global y contribuir a la meta de cero emisiones antes de 2050, cuentan con el impulso de los gigantes.

Un estudio publicado por PWC destaca que desde el inicio de la crisis, grandes compañías han comprometido miles de millones de dólares al desarrollo de tecnologías climáticas: Amazon destinó USD 2000 millones con su iniciativa Climate pledge; Microsoft apartó USD 1000 millones para su Fondo de Innovación Climática, y Unilever, 1000 millones de euros, que se sumaron a la adhesión de unas 300 firmas a la meta de emisiones cero antes de 2050, en línea con el acuerdo de París.

Las corporaciones abocadas a ese fin, destaca la consultora, serán importantes aliados y una importante fuente de capital estratégico para los nuevos negocios sustentables. Energía, construcción, movilidad, industrias pesadas, alimentos, management… nombralo tú; compañías de todos los sectores buscan transformar sus modelos de negocios. Y es en esa transición que se da el match con emprendedores dispuestos a escalar.

A esto, añade el empuje creciente de los venture capitals: entre 2013 y 2019, los fondos captados por startups de climate tech crecieron 3570% en términos absolutos, al saltar a USD 16.100 millones desde USD 418 millones, según estimaciones de Dealroom incluidas en el estudio de PWC.

Se pone mejor al comparar la cifra: aunque representa el 6% del total de fondos inyectados por los VCs en 2019, su crecimiento es “al menos cinco veces” el del mercado en general, y lo mismo en número de acuerdos.

Como es habitual, la mayor parte ha ido a polos de innovación en Estados Unidos y China, seguidos por India y Alemania, y en particular a movilidad y transporte.

¿Quieres más? Pues, existen más aceleradores e incubadoras que intervienen en estos proyectos en estadios tempranos, como Climate-KIC, respaldada por el Instituto Europeo de Innovación y Tecnología de la Unión Europea.

Incluso el Programa Explorer, que ha impulsado más de 8.000 emprendimientos en una década, se enfoca ahora en soluciones de negocio alineadas con los Objetivos de Desarrollo Sostenible 2030 de Naciones Unidas. Échales un vistazo a estas startups que, al igual que Liight, participaron del programa: Eolion, centrada en la energía eólica; VEnvirotech, que transforma residuos orgánicos en plásticos biodegradables; o Fundeen, una plataforma de crowdfunding para proyectos de energía sostenible, entre otros.

“El financiamiento parece estar viniendo de todos los rincones del mercado”, sintetiza PWC. Eso demuestra que impacto y rentabilidad no están disociados (aunque es cierto que los inversores deben ser más pacientes).

Si quieres sumarte, hay lugar de sobra: la escala del reto es tal que estos esfuerzos aún resultan insuficientes, por lo que la expectativa es de una aceleración inexorable del crecimiento de este tipo de iniciativas.

 

Fuente: PWC – State of Climate Tech 2020

 

 

“Plástico” hecho con algas y recompensas para los sustentables

 

Industrial y digital; material y virtual. En ejemplos bien distintos, los fundadores de dos startups te cuentan sus experiencias al frente de proyectos ‘ecofriendly’, y la pregunta siempre presente: cómo conciliaron los objetivos de impacto con los de monetización y rentabilidad.

 

“La escalabilidad es lo más importante”: Albert Marfà, CEO y cofundador de Oimo

 

Extractos de algas marinas, azúcares naturales y óleos vegetales. Es la receta con la que Oimo creó un sustituto del plástico. Esta fórmula, cuya patente está en trámite, compone un material biodegradable, incluso en el ambiente marino, destinado a reducir los 8 millones de toneladas que acaban en el océano cada año, contaminando las aguas y dañando a la fauna marina.

“Hay una necesidad de encontrar alternativas al plástico en todo el mundo, y si bien el reciclaje ayuda mucho, no es la única solución”, dice Alberto. “Ahí había un vacío porque, si bien existen bioplásticos, estos no se biodegradan de forma natural sino en una planta, y si acaban en el mar actúan de la misma forma que un plástico convencional basado en petróleo”, añade el diseñador industrial cuya ocurrencia lo llevó a aventurarse en el terreno de química.

La idea fue su proyecto final en la Universidad de Brunel, en Londres, donde Clara Hardy (24) se sumó para darle forma de empresa. En 2019, el primer financiamiento los devolvió a España y les dio asiento en Barcelona, desde donde hoy impulsan la aplicación del sustituto en la industria alimentaria.

Para evitar que su proyecto se redujera a una fórmula de laboratorio lejana a la realidad en costos y escalabilidad, pensaron en lo que creen será la clave de la expansión: “Vemos en las noticias muchas soluciones igual o mejores, pero que no pueden procesarse de forma industrial, y por lo tanto, no las ves el supermercado. La escalabilidad es lo más importante”, explica Alberto.

Lo novedoso de Oimo es que sus pellets, o pequeñas porciones del material, “pueden producirse en las mismas maquinarias del plástico; es solo cuestión de poner en marcha”, explica Clara. Esto les permite pensar en acuerdos con grandes compañías con los que ya conversan.

La versión rígida del material, que ha despertado mayor interés, puede emplearse, por ejemplo, en cápsulas de café, packaging de alimentos o cubiertos. También ofrecen láminas flexibles con el que inicialmente diseñaron una alternativa a las anillas para sostener latas de bebidas, símbolo de contaminación de los océanos y que marcas como Coca-Cola ya comenzaron a eliminar.

 

Brian-Yurasits-Unsplash_StartPoint

 

Aunque la pandemia ha frustrado planes en el exterior, Oimo ha encontrado otras puertas abiertas. “Empezaremos pilotos con varias multinacionales. No queremos competir sino ser una herramienta de innovación para ellos, y eso nos ha ayudado a acercarnos”, dice Clara, miembro del equipo que también ha puesto una pata en China.

 

“Una empresa con impacto positivo no deja de ser una empresa”: Santiago Jiménez Cortés, CEO y cofundador de Liight

“Ser sostenible nunca moló tanto”, es el lema de la aplicación, en la cual los usuarios obtienen puntos al hacer ‘ecogestos’.

Aunque son bien distintas, hay un punto de coincidencia entre ambas startups: los fundadores destacan los esfuerzos adicionales de llevar adelante iniciativas sustentables. “Lo que desde afuera puede parecer más sencillo, no lo es”, sentencia Santiago (25), creador junto a Carlos Rosety de la aplicación Liight, enfocada en motivar a las personas a ser más sostenibles en su día a día de forma lúdica.

“Tener un proyecto de este tipo es más complicado que otros en los que el objetivo principal es la rentabilidad y no tienen esa segunda derivada de tener métricas más allá de las económicas”, añade. Eso también aplica en relación al financiamiento.

A favor, reconoce, firmas como la suya cuentan con el impulso de cada vez más empresas e instituciones sensibilizadas que buscan generar beneficios más allá de los económicos.

Liight, surgida en un hackaton centrado en generar conciencia sobre el consumo, fue lanzada en 2018 en las tiendas virtuales con el fin de convertirse en una solución para combatir el cambio climático a través de los hábitos.

“Ser sostenible nunca moló tanto”, es el lema de la aplicación, en la cual los usuarios obtienen puntos al hacer ‘ecogestos’. Por ejemplo, usando medios de movilidad sostenible, como el transporte público, bicicleta o simplemente caminar. Reciclar es otra de las acciones que otorgan puntaje.

Los puntos o ‘Liight’ permiten acceder a retos, o funcionan como una moneda virtual, en tanto son canjeables por recompensas a partir de acuerdos con firmas de indumentaria, ocio, restaurantes u otras, igualmente sostenibles.

“A través de mecánicas de gamificación, y utilizando algoritmos de Inteligencia Artificial para validar actividades sostenibles, somos capaces de calcular la reducción de la huella de CO2”, explica Santiago.

Obtener ingresos fue complicado pero a fuerza de prueba y error definieron dos modelos de negocio: el de comunidad, recompensando al público amigable con el medio ambiente, y otro destinado a empresas. Este último, el más fructífero hasta ahora, se basa en la aplicación de la solución en empresas, llevando el concepto de eco-cities a los espacios de trabajo, para promover una cultura corporativa más sostenible e implantar eco-offices, explica Santiago.

“Liight es una empresa con impacto positivo pero que no por ello deja de ser una empresa (…). Cuanto más eficaces y rentables podramos ser, mayor impacto podremos tener; las dos cosas pueden ir de la mano”, señala el cofundador.

Ágiles para readaptarse en tiempos de pandemia, Liight se encuentra en negociaciones por financiación, destinada a reforzar el equipo y desplegar la app, ya presente en Madrid, Barcelona y Valencia, en más ciudades españolas.

Pasando en limpio…

Sector: el que te venga a la mente

Fondos: disponibles

Talento: cada vez más, proveniente de una generación más consciente

Las experiencias prueban que ser un emprendedor sustentable puede demandar un esfuerzo extra. Pero, como has visto, tendrás viento de cola.

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