Una madre obsesionada por la seguridad, o más bien control, hacia su hija. Un mundo regido por las redes sociales. Un algoritmo que te ayuda a encontrar a tu pareja ideal, aquella que te acompañará toda tu vida. Recuperar el amor perdido a través de emails, mensajes y llamadas.

Black Mirror es una antología de historias independientes, con historias y actores diferentes. Sin una temática definida, pero sí con un punto en común: el uso, o abuso, de la tecnología. Una distopía que, lejos de ser tecnófoba, nos advierte del potencial de la tecnología y los rumbos a los que puede llevarnos su empleo indebido.

Después de su tránsito por géneros y su salto a la plataforma Netflix, y tras un capítulo especial interactivo “Bandersnatch” que incendió Twitter, la quinta temporada parece llevarnos por unos derroteros más que conocidos:  realidad virtual aplicada a videojuegos, el transhumanismo encarnado por Miley Cirus con peluca morada o el uso abducente de las redes sociales hasta convertirnos en rehenes con síndrome de estocolmo.

Black Mirror funciona porque es real. O podría ser real. Muchas de las tecnologías pueden llegar a ser palpables en unos años. Algunos de nuestros ejemplos favoritos (ojo, con spoilers)

 

El Cielo de San Junipero

 

A ritmo de The Bangles, Black Mirror aterriza en un paraíso ochentero- que, por cierto, aprovecha como nadie el marketing de nostalgia – en el que todo parecer ser una fiesta llena de hombreras. Así conocemos a Kelly y Yorkie, dos mujeres que parecen destinadas a encontrarse. Pero… ¿dónde está la tecnología aquí?

San Junipero es un mundo virtual, un sistema que permite trasladar la consciencia a cualquier época. Con una particularidad: los usuarios fallecidos pueden vivir allí eternamente, pero los vivos solo pueden disfrutar de una demo de cinco horas a la semana. Su propósito: conocer ese sistema y decidir si quieren vivir eternamente en él.

Esta especie de cielo en el que las consciencias sobreviven al cuerpo material abre muchas preguntas de carácter ético. A día de hoy no es una realidad. Pero… ¿podría llegar a serlo?

Conectar y “descargar” tu cerebro ha sido la base para multitud de películas de ciencia ficción. Aunque por el momento sea un campo en expansión, las grandes mentes ya se emocionan al hablar del tema. Como ya comentábamos en tecnologías disruptivas en 2019, Steve Hoffman se entusiasmaba al hablar en esta charla TED de una nueva interfaz que podría revolucionar la existencia humana. Con chips inalámbricos el cerebro podría conectarse a la web, lo que podría mejorar la calidad de vida de pacientes con parálisis, al dar señales a diferentes partes del cuerpo. O incluso, esos chips podrían permitir la comunicación entre diferentes personas, entre sus cerebros, transferir recuerdos o acceder a otros previamente compartidos.

¿Suena demasiado futurista? En 2017 un grupo de científicos de la Universidad de Witwatersrand consiguieron conectar un cerebro a internet en tiempo real. Bajo el nombre de “Brainternet” consiguió transmite ondas cerebrales a Internet. Pero no son los únicos; Elon Musk desarrolla en Neuralink interfaces que puedan fusionar cerebros con máquinas. Y promete hacerlo en una década.

 

Sonríe y sé amable. Esto es Nosedive

 

Quizás uno de los episodios más icónicos. O quizás aquel en el que nos hemos visto más reflejados de manera inmediata. ¿O tú no estás pendientes de los likes de tu última foto en Instagram?

Menos de medio punto separan a Lacie de un soñado 4,5. Una puntuación que le permitirá ascender en su trabajo, una casa mejor o acceder a servicios exclusivos para ciudadanos modelo. ¿Y cómo se consigue esa puntuación? Los usuarios se puntúan unos a otros y de esta manera, la sociedad se ordena a sí misma: todos deben actuar “bien” para tener una calificación alta. Unas vidas en apariencia perfectas que encarnan bastante aire de cinismo y llevan al extremo la obsesión por el me gusta y los seguidores. Todo en tonalidades pastel muy bonitas.

Sí, este capítulo no se centra en tecnologías increíbles y se mueve más hacia la sátira. Y ya, la tiranía del like puede que sea un problema social, pero seamos sinceros, nadie te va a prohibir alquilar un coche por tener menos de 100 seguidores… ¿O sí?

Pues sí. El Gobierno Chino puso en marcha un sistema de puntaje ciudadano que recuerda mucho a las cinco estrellas de Nosedive. En octubre de 2017 el mundo conocía el llamado “Sistema de Crédito Social” que China espera que esté en pleno funcionamiento para 2020. Su objetivo: monitorizar a la población, así como controlar y restringir sus acciones.

Paga el recibo de la luz a tiempo. Participa en actividades benéficas o recicla y tu puntuación crecerá. Las ventajas: transporte más barato, mayor acceso a crédito o, incluso, tiempos de espera menores para citas sanitarias. Y si entras en la lista de personas “no confiables”, es decir, si has cometido alguna infracción, tendrás prohibido comprar billetes de avión o tren para salir del país.

Para lograr este sistema, el gigante asiático aprovechará su estructura tecnológica, que incluye una ingente cantidad de cámaras, conectadas a un sistema de reconocimiento facial que podrá cotejar los datos con registros médicos, financieros o legales. Todo ello controlado por una inteligencia artificial.

Pero no hace falta ir tan lejos. Basta con echar un vistazo a nuestra smartphone para comprobar que no solo los habitantes de Nosedive viven bajo las puntuaciones. Airbnb o TripAdvisor son los primeros ejemplos que se nos vienen a la mente. Las calificaciones dan poder al prosumer, le dan la capacidad de expresarse y empoderarse. Pero en cierto modo, también están expuestos al capricho de clientes tiranos. O a una competencia desleal.

 

“Ahora mismo vuelvo”

 

  • ¡Hola Martha!
  • ¿Eres tú?
  • No, soy el Abraham Lincon del siglo XXI. ¡Claro que soy yo!

Pero… ¿qué hace que tú seas realmente tú? “Ahora mismo vuelvo” ahonda en la soledad humana y cómo tendemos a intentar ponerle fin a través de la tecnología. Una joven pareja, Marta y Ash, se mudan a una casa de campo. De forma repentina e inesperada Ash muere.

Y a partir de ese punto, Black Mirror comienza su juego. Un nuevo servicio permite mantener el contacto con tus seres queridos, aunque hayan fallecido, analizando sus interacciones en redes sociales, emails o me gusta. Primero, la comunicación es solo a través de mensajes de texto. El siguiente paso: cargar en el sistema llamadas o vídeos que permitan a la app ofrecer conversaciones de voz híper realistas. Y el último nivel: un clon robótico idéntico en apariencia a tu pareja. Sin ahondar mucho en detalles: la cosa acaba mal. No funciona. Ese Ash robótico no es la pareja de Martha. Aunque parezca idéntico.

Black Mirror nos lo advirtió. Y la lógica también. La tecnología no ofrece solución para todo. Pero seguro que no os sorprendéis si decimos que ya existe algo parecido: Eterni.me es una aplicación en fase beta que promete recopilar la información de una persona durante toda su vida para que, una vez que haya fallecido, crear una conciencia virtual con la que mantener conversaciones.

Eterni.me pregunta: “¿Quién quiere vivir para siempre?” y casi 45.000 personas ya han respondido afirmativamente. Pero si queremos ir un poco más lejos y crear un clon también podemos. El Movimiento Terasem, una escuela de pensamiento transhumanista que investiga cómo la tecnología puede ayudarnos a alcanzar la inmortalidad, quiere digitalizar los pensamientos y sentimientos para que al morir la esencia de la persona prevalezca. Desde 2010 ya hay un clon robótico de una persona: “Bina48”, clon de Bina Aspen Rothblatt, funciona mediante inteligencia artificial y reconoce voces, rostros y expresiones fáciles. Puede mantener conversaciones y buscar por internet. Para conseguirlo, grabaron más de cien horas de audio y vídeo de la auténtica Bina. Gestos, creencias o sentido del humor fueron captados para trasladarlos a su réplica.

 

Odio nacional: las redes sociales en las que nos movemos como abejas en sus enjambres

Un escenario futurista. Redes sociales. Enjambres de abejas drones que suplantan a las naturales, ya extinguidas, polinizando para que la vida continúe.

Odio Nacional es uno de los capítulos más largos de Black Mirror. Un grupo de detectives investigan la muerte de una periodista, blanco de la ira de haters tras un artículo. Muchos, incluso, le deseaban la muerte. Otra persona muere, un rapero. Después de idas, venidas y varios flashbacks, los detectives descubrirán que los asesinos son esos insectos artificiales que imitan a las abejas. Algo imposible, salvo por la intervención de un hacker: Garreth Scholes que con el manifiesto “El engranaje de las consecuencias” explica que cada semana la persona más odiada en redes aparecerá muerta de mano de los nanorobots hackeados.

No hace falta ahondar en el odio existente en las redes, eso ya lo conocemos, pero sí en la posibilidad de nanorobots polinizadores. Si aún no habías oído hablar de ellas, no leíste esta noticia de 2017: científicos de la Universidad Politécnica de Varsovia han creado la primera abeja robótica diseñada para polinizar artificialmente, capaz de encontrar una flor, recoger el polen y transferirlo a la flor femenina.

La nanotecnología quizás vive su máxima expresión en estos momentos en la medicina de precisión. Lo más sonado: la destrucción de tumores a través de nanorobots inyectables: capaces de detectar y eliminar tumores en unas 48 horas. Una tecnología que promete revolucionar la quimioterapia.

 

USS Callister: cuando encerrar a tus SIMS en la piscina deja de ser un juego

Un CTO al que nadie tiene mucho cariño. Un videojuego, Infinity, que te sumerge en una realidad completamente diferente a la tuya: inmersivo e hiper realista.

USS CalLister es un homenaje, o parodia tal vez, a fenómenos tan populares como Star Trek. Todo parece ir bien, hasta que comprendemos que Infinity no es un videojuego normal. El jugador no es el único que siente y padece lo que ocurre dentro del programa, los personajes son réplicas de la vida real, con consciencia propia, recuerdos, aspiraciones y sentimientos. De esta manera el jugador es el amo y señor de un mundo paralelo y las réplicas son marionetas, pero con sus propios deseos.

¿Están los gamers disfrutando de este control? No, ahora mismo no. Y cruzamos los dedos para que no ocurra. Pero, quitando la parte perturbadora, los videojuegos cada vez son más realistas. Además del desarrollo en realidad virtual y realidad aumentada, que no se ha quedado solo en Pokemon Go, 2019 parece ser año de grandes avances.

Por un lado, la compañía Razer está desarrollando la tecnología HyperSense que permitirá a los jugadores sentir la acción en los juegos mediante una vibración de más de 4 G dando una sensación de inmersión en sistemas periféricos como el ratón, el teclado, la alfombrilla o los cascos.

¿Y cómo lograr una experiencia más realista? El sentido del olfato puede ayudar. Scentscape conseguirá que sientas el olor de la ambientación y lleva disponible desde 2011. Su uso todavía no está generalizado, aunque combinada con la realidad virtual podría acercarnos un poco más al universo de Infinity.

¿Y tocar lo que no existe? Con la tecnología háptica podrás sentir en tus manos, previos guantes especiales, aquello que está agarrando tu personaje dentro del juego. Y podemos ir un poco más lejos: ya es posible sentir frío, calor o dolor en un videojuego. ThermoReal promete sentir agua fría sin mojarte o el calor del fuego sin riesgo de quemarte. Además de las típicas gafas de realidad virtual y los cascos, ThermoReal añade un dispositivo termoelectrónico que genera las sensaciones.

 

Y es que Black Mirror funciona porque es real. Porque sus tecnologías podrían llegar a ser reales. Y da miedo porque somos conscientes del uso que les podemos llegar a dar.