Desde los felices años 20 todo lo que rodea al mundo de encontrar pareja ha ido evolucionando de forma vertiginosa, pero no hace falta remontarse 100 años atrás: el cambio de tendencia en las últimas dos décadas ha sido especialmente radical gracias a internet: si rondas los 40 seguro que todavía te acuerdas de cuando se empezaba a conectar por un buzón de correo electrónico o por Msn: conversaciones interminables leyendo “is typing…” que dejaban agotada incluso a la persona con más pulsaciones por minuto, y que más tarde se materializaban -o no- en una cita cara a cara.

 

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El pico en el uso de las apps de citas se debe principalmente a una simbiosis entre la evolución tecnológica de las plataformas y una pérdida del estigma: desde el comienzo del “ligoteo” online hemos pasado de la letra escarlata que parecía colgársele a cualquier sospechoso de utilizar internet para conocer a potenciales parejas, a la situación contraria: el reinado de dating apps que gamifican la interacción y, según el caso, tratan los temas del amor con pasmosa superficialidad, a modo de catálogo inagotable de potenciales parejas. 

 

Debates aparte, no podemos negar la realidad: conectar con otros seres humanos sigue siendo un imprescindible en nuestras vidas -tras la realidad del confinamiento, más aún-, que en el caso de este tipo de apps mueve millones para los que prometen dar con la fórmula de la felicidad de pareja: una utopía más cercana a la de las startups unicornio o los sueldos para toda la vida de Nescafé.

 

¿Cómo se ha desarrollado y hacia dónde avanzan las tendencias en el sector de las apps de citas y qué oportunidades hay para emprendedores? ¿Volveremos a los orígenes cuando acabe la tendencia? 

Un poquito de historia: orígenes del amor a golpe de ordenador

 

¿Sabías que el primer intento que se conoce de un ordenador haciendo de casamentera fue un proyecto en la Universidad de Stanford en 1959? En aquel año, los estudiantes Jim Harvey y Phil Fialer usaron un cuestionario de tarjetas perforadas y una computadora central IBM 650, consiguiendo establecer, de entre un centenar de personas, 49 parejas con su sistema basado en intereses comunes: todo un éxito de proyecto universitario, pero sus autores no consideraron su potencial de negocio. 

 

No fue hasta seis años después que los universitarios Jeff Tarr y Vaughan Morrill, en esta ocasión de Harvard, con un IBM 1401 y usando un test basado en similitudes, comercializaron “Operation Match”, un servicio que disfrutó de cierto éxito en los años 60 entre estudiantes que buscaban tener una cita: pagaban 3 dólares por rellenar un cuestionario y a los 15 días recibían en su casa un listado con los nombres y números de teléfono de sus perfiles coincidentes -en una época en la que no existían las leyes de protección de datos y en la que se rompía el hielo por teléfono… de cable-. 

 

En la década de los 90, la llegada de los servicios de correo electrónico y más tarde la mensajería instantánea trajeron consigo nuevas posibilidades al mundo de las relaciones y de conocer a potenciales parejas. 

 

El concepto de agencia matrimonial, que había surgido en torno a los años 80, se debilitaba frente a la inmediatez de lo online: con el tiempo, presentaciones de amigos y familiares, los bares o el lugar de trabajo fueron perdiendo fuerza y dejaron de ser los sitios más habituales donde encontrar medias naranjas, y se puede afirmar que en la segunda década del s. XXI el online dating ha pasado de ser algo marginal y estar considerado negativamente (reservado para ‘raros’ a los que les costaba socializar), a ser el método oficial de encontrar pareja para toda una generación, debido en parte a la llegada de Tinder. 

 

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Match.com y Tinder – lo que hicieron bien

 

La pionera: Match.com

 

Años 90: Gary Kremen se propone llevar los anuncios clasificados a internet y acabar con años de búsquedas de pareja poco eficaces. La clave: recopilar datos (características, intereses, lo que se buscaba en la otra persona…), y compararlos con los de otros clientes. 

 

Este ingeniero empezó con los aspectos que consideraba más relevantes a la hora de conocer a alguien, pero se dio cuenta de algo: aunque los hombres pagaban por su servicio, las mujeres eran su verdadero target, ya que si ellas no estaban en la plataforma, los hombres tampoco entrarían. 

 

Comenzó a recopilar información sobre lo que realmente les interesaba a ellas, llegando incluso a parar a desconocidas por la calle para preguntarles. El feedback fue claro: no querían que su foto apareciera junto a su nombre real, así que el equipo incorporó alguna medida de privacidad, como direcciones reales enmascaradas en emails de match.com.

 

Pero aún tenían otro problema:  el mundo online apenas empezaba a despuntar y no tanta gente conocía sus posibilidades. Kremen descubrió que la comunidad gay estaba siendo early adopter de tablones de anuncios y comunidades emergentes online a la hora de ligar, así que comenzó a mover Match por diferentes contextos LGTB y se empezó a correr la voz. 

 

Match.com se lanzaba en 1995 como una alternativa a los bares para conocer a personas sin basarse únicamente en el atractivo. Lo hacía como un servicio gratis que monetizaba con la publicidad, y la intención era cobrar por suscripción cuando creciera. 

 

Kremen lo dejaría al año siguiente por diferencias con sus socios capitalistas, pero 26 años después Match.com está en 50 países y se utiliza en 12 lenguas. Ha quedado como una de las apps (y grupos de empresas) más famosas y “conservadoras” en el mundillo, pero a día de hoy sigue llevándose un trozo de la gran tarta.

 

Tinder: la disrupción del swipe

 

En enero de 2012 Sean Rad se unía al equipo de Hatch Labs. En uno de los  hackatones presentaba la idea de Matchbox y creaba un prototipo junto con el ingeniero Joe Muñoz, que acababa de conocer. Matchbox pasaría a lanzarse ese mismo otoño como Tinder, una app que iniciaba andadura con un corazón y un aspa para más tarde sustituirlo por la innovación del “swipe” (deslizamiento del dedo): hacia la izquierda si no molaba y hacia la derecha si había potencial. 

 

Desavenencias internas aparte, nos quedamos con los aciertos de los fundadores de la yesca (traducción literal de ‘tinder’):

 

  1. Público objetivo. En primer lugar, se dirigió a un grupo de adultos jóvenes que otras apps habían ignorado (en sus comienzos el 90% de usuarios tenían entre 18 y 24 años). 
  2. Percepción en hombres. Evitaba el miedo al rechazo, y los usuarios podían pasarse el día haciendo swipe sin sentirse como acosadores ni poner en riesgo su autoestima. 
  3. Foco en mujeres: calidad y experiencia superior. Uno de los golpes maestros de la startup fue poner el foco en las mujeres. Mientras otras apps se centraban en conseguir cantidad (muchos mensajes que solo generaban ruido -y decepción- en la bandeja de entrada), Tinder hizo imposible mensajear a alguien si antes no era un match, evitando chats indeseados y creando una experiencia mágica para ellas: recibir un mensaje en Tinder significaba conectar con alguien que seguro les iba a gustar. 
  4. Geolocalización. Aunque actualmente está más extendido, la app también innovó en utilizar la funcionalidad GPS para añadir potencial de inmediatez. Si hacías match con alguien y estabas lo suficientemente cerca, podías quedar con esa persona en cuestión de minutos. 
  5. CTA diferente. En vez del típico botón “¡Busca más solteros!”, utilizaron el texto “¿Seguir jugando?”. La inocente pregunta ayudó a deshacerse del tabú, haciendo que las mujeres lo vieran como eso: un juego.

 

Actualmente Tinder tiene la abrumadora cifra de 190 millones de usuarios hablando en 40 idiomas y ha sentado la cátedra del “swipeo” a diestra o siniestra para rechazar o aceptar opciones no solo en las de citas, sino también en otro tipo de apps.

 

Pero no es la única…  

 

Un sector que mueve millones, y no solo de corazones

 

Lo cierto es que el número de aplicaciones ahí fuera es aplastante y va más allá de las conocidas Match o eharmony (destinadas a relaciones serias a partir de los 40), de Tinder (para menores de 40 y algo más “casual”), de Grindr (geolocalización LGBTQ), o de Silver Singles (a partir de 50).

 

Hay para todos los gustos, en función de franja de edad y de tipo de relación buscada, y la mayor parte cuenta con algún componente diferenciador orientado a un nicho, ya sea este un hobby, una comunidad, o un objetivo de vida. 

 

¿Quieres ejemplos?: Green Lovers para los ecológicos, Kippo (para jóvenes gamers), XO (con dibujos y frases para romper el hielo a la hora de entablar conversación), Elite Singles (para mayores de 30 con educación superior y perfil enlazado a LinkedIn), Heybaby (para quienes quieren tener hijos o ya los tienen), Chispa (la versión latina de Tinder con más de 4 millones de descargas), religiosas como Christian Connection o Muslim Match; Trek Passions (para los fans de la ciencia ficción), Dating for Muggles (para fans de Harry Potter) o incluso Juliet, (inspirada en el episodio ‘Hang the DJ’ de la serie distópica Black Mirror).

 

El mercado de las apps de citas ha aumentado un 82.2% a ritmo constante, desde los 1.690 millones de dólares en 2015 hasta alcanzar los 3.080 millones en 2020. También el número de usuarios ha aumentado un 46%, de los 185 en 2015 a los 270 millones el año pasado. Ambos casos han sido impulsados en su mayoría por Tinder y Bumble, que dominan la región más rentable: Norteamérica, y en el caso de usuarios también por Hinge (“la app para la gente que quiere desinstalarse las apps de citas”) .

Bumble es un caso de éxito relevante que en EE.UU. cobra especial relevancia en la tarta: se ha posicionado como la segunda app en solo 7 años. Fundada en 2014, pasaba a cotizar en el Nasdaq en febrero de este año, demostrando el cambio de paradigma y que cada vez hay más mujeres decididas (a dar el primer paso en las primeras 24 horas de un match) -o más hombres tímidos-. Sin embargo, durante los últimos tiempos está intentando pasar de posicionarse como una app más destinada a relaciones estables, para diferenciarse de Tinder, que parece indestronable en el ámbito de “lo casual”.

 

Diferencias aparte, las previsiones estiman que el mercado global de este tipo de apps crezca hasta los 5.710 millones de dólares en 2025.

 

Amor en tiempos de pandemia 

 

A pesar de las restricciones a la hora de quedar en persona, la pandemia no ha frenado un sector en crecimiento a nivel mundial: el top 5 de las apps alcanzaron los $100 millones de facturación en enero de 2021, siendo Tinder, de nuevo, la que se llevó el premio gordo: $64 millones solo en los primeros 31 días del año. Impresionante, ¿verdad?

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El confinamiento y las restricciones en tiempo de la covid-19 pueden no haber ayudado al amor y a conocerse en persona, pero sin duda han ayudado a las aplicaciones a aumentar su facturación gracias a las compras in-app: en el caso de Tinder un ascenso astronómico del 247% en tres años (2017 a 2020) desde los 403 hasta los 1.400 millones de dólares.

 

Dating apps 3.0 

 

Aunque el sector parece saturado, competitivo y reservado a los grandes, siguen surgiendo nuevos intentos de amor en tiempos de lo online, objeto de financiación, como el caso de la británica So Syncd, una de las primeras apps en aplicar un algoritmo basado en un test de personalidad que usan numerosas empresas (Myers-Briggs) al mundo del online dating, que recientemente obtuvo financiación semilla por valor de 827.000€. 

 

Las nuevas propuestas parecen apostar por el formato vídeo y aprovechar el filón de todo lo que huele a TikTok, por ejemplo Snack, con su eslogan “Where TikTok meets dating” que recientemente levantó 3,5 millones de dólares. Sus creadores se dieron cuenta de que la gente en apps como Bumble o Tinder pasaba rápidamente a Snap o a Instagram, donde veían stories antes de sentir la presión de un mensaje directo, así que en Snack dos personas se pueden enviar mensajes directos solo si antes les han gustado a ambas sus respectivos vídeos.  

 

Otra que confía en la tendencia de los vídeos es la francesa Feels, que también ha conseguido 1,1 millones de euros hace poco. Parte de la idea de que los perfiles en otras apps se acaban volviendo aburridos y no destacan, por eso quieren asemejar la suya a un feed de TikTok. Se puede reaccionar al contenido o simplemente “swipear” hacia arriba (no hay botón de “me gusta”) para pasar de perfil sin tomar una decisión, evitando la negatividad del triaje.

 

Y es que al tren de las citas en vídeo se está subiendo el propio facebook con Sparked, su propia app en pruebas que no va a tener perfiles, ni ‘swipes’, ni DMs: simplemente formará parejas según la afinidad de los datos, de ahí se pasará a una cita por vídeo de 4 minutos y, si la cosa va bien, a otra de 10 minutos. Solo si después de este segundo encuentro online ambas partes tienen interés, podrán intercambiar sus datos de contacto.  

 

Pero no solo de vídeo vive el hombre, y hay quienes creen que estas apps no calarán porque la gente ya está demasiado saturada con las videollamadas de trabajo y familiares que ha traído la era de la covid-19. 

 

A la tendencia del vídeo hay que añadir algunas innovaciones como reconocimiento facial, realidad aumentada o incluso el universo gamer. Roblox y sus ODers (online daters), recuerdan a la publicidad sin ser publicidad o al maquillaje para no parecer maquillada: según sus términos y condiciones, utilizar Roblox como plataforma para ligar va en contra de su código de conducta, y sin embargo se sabe que muchos usuarios lo utilizan para hacer conocer gente. 

 

Regreso a las agencias, slow dating

 

Si hay algo que está claro es que la búsqueda de pareja tiene muchos matices: hay quien busca amistad, quien busca compañía, quien busca sexo, y quien realmente busca una relación seria. 

Según Isabel Fuster Almonacid, Directora de la agencia Lazos de Valencia, “curiosamente, a lo largo de la pandemia, multitud de jóvenes se han interesado e inscrito en nuestros servicios, porque, en un océano inmenso de relaciones humanas tan confusas, se hace necesario distinguir lo que buscan las personas en realidad.” 

 

¿Veremos un regreso a las agencias, que han pasado de denominarse “matrimoniales” a “agencias exclusivas de búsqueda de pareja”? En ellas trabajan psicólogos y sociólogos: entrevistan en profundidad a cada candidato/a, primero para ser aceptado por parte de la agencia y posteriormente, en caso afirmativo, para seleccionar aquellas personas con quienes comparten estilos de vida. “De esa manera se consigue que la pareja tenga más posibilidades de éxito, de hecho en el grupo Lazos éste es de un 80%”, afirma Fuster.

Si buscamos en internet los niveles de eficacia de las apps varían, pero los expertos dicen que la ratio es de 150:1, es decir, tienes que ver 150 perfiles hasta dar con una cita. 

 

Otra tendencia que parece volver es el “slow dating”. Algunas apps ya han iterado en este sentido, limitando el número de coincidencias de perfil al día, y cómo no, la pandemia también ha contribuido a llevar el tema del amor, como diría Luis Fonsi, “despacito”: muchas personas han tomado conciencia de su integridad física y de los riesgos de la enfermedad. Una de cada tres personas encuestadas en un estudio temía besar y abrazar a otros, y a una cuarta parte les preocupaba que potenciales citas pudieran transmitirles el coronavirus. Esto se ha visto reflejado en los perfiles de los online daters, en los que cada vez más, aparece la palabra “vacunado” o el emoji de la jeringuilla. Muchos incluso, se envían pantallazos de sus resultados negativos de tests PCR. 

 

Y es que, más allá de la falta de transparencia o la manipulación de sus cifras de usuarios activos, de las denuncias de acoso e incluso casos de violación en citas tras conectar por las apps (en esta línea, Tinder ha anunciado que pronto se podrá solicitar una verificación de antecedentes penales de los usuarios) las dating apps acarrean una serie de consecuencias psicológicas negativas, según el estudio de M. Stoicescu de la Universidad de Bucharest:

 

  • FOMO (fear of missing out, miedo a perderse algo): fomentan la presión de estar continuamente activos y disponibles ante nuevas oportunidades
  • Fomentan la ansiedad por la abundancia de alternativas, que acaba teniendo el efecto contrario (e incapacita el deseo de conocerse en persona)
  • Paradoja de la elección o sobrecarga cognitiva: cuantas más opciones, más difícil tomar una decisión (el cerebro no está diseñado para elegir entre cientos de alternativas)
  • Insatisfacción y pesimismo (siempre pensar que hay alguien mejor ahí fuera y que te lo estás perdiendo)
  • Ghosting, o, como se ha llamado toda la vida “irse a por tabaco” (desaparecer sin dejar rastro ni decir adiós): cortar toda comunicación de forma abrupta y sin explicación, lo que tiene consecuencias psicológicas para quien lo sufre.

 

Opciones aparte, para los emprendedores que vean oportunidades en el sector, quizás sea interesante poner el foco en resolver los problemas que generan este tipo de apps, en crear mayor transparencia, seguridad y menos consecuencias psicológicas negativas. (En cuanto a usabilidad, te recomendamos este ejemplo de UX sobre Kama y este sobre Bumble).

 

Dating apps mediante o no, las personas siempre buscarán conexiones profundas con otros, sobre todo en tiempos en los que nos enfrentamos a retos a nivel global.

 

Al final del día se trata de dos personas, la una frente a la otra, tratando de conocerse y romper las barreras que las separan. ¿Podrá la tecnología cambiar ese hecho de una forma sana?

 

 

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