¿Qué características de aquellos empresarios, productores y filántropos de la década de los años 20 coinciden con los de la persona que emprende en la actualidad? ¿Cuáles han sido los factores para conseguir el éxito a lo largo de la historia?

Nos adentramos en la máquina del tiempo para descubrirlo.

Un poquito de contexto

El emprendimiento es un término de origen francés que ha ido ganando protagonismo y relevancia con la entrada del siglo XXI incorporando nuevas acepciones.

Aunque su uso no estaba tan extendido como lo está en la actualidad, ya en los años 20 del siglo pasado existían grandes emprendedores que hicieron de la innovación y la tecnología sus principales puntas de lanza para el desarrollo y despegue de sus empresas.

El impulso industrial de aquellos prósperos años vino de la mano de figuras míticas del emprendimiento como Henry Ford, George Eastman o Charles Francis Brush en los Estados Unidos, o Pepín Fernández o Elías Masaveu en España, empresarios que supieron leer las oportunidades y necesidades de su época para crear grandes corporaciones con visión de futuro y capacidad transformadora. Fueron emprendedores que incidieron en la vida de la gente.

Los “felices años 20” fue una época de prosperidad en el mundo entero. España fue a un ritmo más lento, pero también experimentó una fase de emprendimiento ascendente como consecuencia de lo sembrado en la segunda revolución industrial. Hubo un claro impulso tecnológico.

Fueron años en los que surgieron, fruto sobre todo de la inversión pública, compañías pioneras en el emprendimiento que hoy forman parte de nuestra historia tales como Telefónica, Tabacalera, Campsa, las primeras gasolineras, los grandes medios de comunicación o la mismísima Iberia.

El país despegaba a todos los niveles; comunicaciones, empresas de energía, la siderurgia, las comunicaciones, el tejido productivo, el cemento… se vieron importantes cambios que mejoraban el día a día de las personas. Capital público y privado fueron aprovechados para hacer prosperar a un país necesitado de avances sociales.

La figura del emprendedor estaba en alza, aunque no se le conociera popularmente con ese nombre.

 

Características comunes entre emprendedores de ayer y de hoy

El emprendedor actual y sus modelos teóricos beben de nuestra historia, de los modelos de éxito que hemos conocido antaño y que han inspirado a generaciones posteriores. Aprendemos del pasado para trabajar el presente y mejorar nuestro futuro.

Innovación y riesgo. La razón de ser del emprendedor va unida indisociablemente a la innovación y el riesgo. La persona emprendedora parte de una visión, configura una estrategia y asume un riesgo con acciones emprendedoras que aumentan la productividad y que van encaminadas a mejorar las vidas de sus coetáneos.

 

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Fuente: HDO company

 

Los emprendedores de la década de los veinte del siglo pasado quizás no tuvieran los recursos, el marco teórico y las posibilidades que existen hoy día, pero partían de una misma base: la iniciativa (personal o colectiva), el arrojo y la oportunidad de crecimiento. La idea básica sigue siendo la misma: interesar, trascender y mejorar nuestra sociedad.

 

La idea básica sigue siendo la misma: interesar, trascender y mejorar nuestra sociedad.

 

Los emprendedores de aquella época supieron apreciar que, en el sector de la energía, las comunicaciones, la prensa o la telefonía, había un nicho de progreso y de expansión empresarial. Ellos identificaron una necesidad o carencia y buscaron una respuesta comercial. Dieron algo que hasta entonces no se daba.

Valor añadido. Un objetivo común en todas las épocas en el emprendimiento es la creación de un valor añadido (el valor que alcanza un producto o servicio tras el proceso de fabricación), y por ende, un valor comercial para nuestra potencial audiencia. Se trata de buscar algo que nos diferencie de los demás: un sello de identidad distintivo.

Analicemos un ejemplo claro,  la empresa familiar Payá Hermanos: iniciaron su andadura empresarial con artículos de hojalata y otros útiles de cocina, hasta que se percataron de que había una buena respuesta de los clientes a los utensilios domésticos con aspecto infantil, así que fueron dedicando cada vez más tiempo y recursos a la fabricación de juguetes destinados a los más pequeños.

Tuvieron la mente abierta para cambiar el modelo de negocio (la hoy llamada open mind) y apostaron por la innovación. ¿El resultado? Una empresa puntera durante la mayor parte del siglo XX que obtuvo excelentes beneficios. Actualmente es una pequeña cooperativa dedicada a la reproducción fiel de sus juguetes tradicionales.

 

Mentalidad emprendedora: algunas claves atemporales

 

Una mentalidad fuerte, persistente y asertiva también es transversal en el tiempo. Las grandes personalidades emprendedoras han derrochado carácter y energía. El empresario de éxito de ayer y de hoy comprende que sus acciones innovadoras conllevan riesgos y que la incertidumbre siempre está a la vuelta de la esquina. Asume con naturalidad este contexto.

Jeff Bezos, fundador de Amazon, decía que “el fracaso y la invención son gemelos inseparables”. Por eso quien emprende debe labrar su resistencia a los inconvenientes, saber administrar las crisis, cultivar su capacidad para reconducir situaciones complejas o disruptivas y, sobre todo, ser comprensivo con el fracaso. Muchas veces dar un paso atrás es una fase previa a dar dos hacia delante.

Experimentar e innovar son verbos incompatibles con el conservadurismo y la austeridad empresarial. Emprender entabla un riesgo y para muchos emprendedores es parte del encanto de la aventura. Ser protagonista a través de la innovación en un paradigma determinado.

Las softskills o habilidades blandas son fundamentales hoy en día, y esto sí que supone un cambio fundamental con el perfil emprendedor de los años 20 del siglo pasado. Te sorprendería saber las diferentes maneras de ejercitarlas.

La cultura del esfuerzo es sinónimo de emprendimiento. Sin esfuerzo no hay fruto. También se debe trabajar la paciencia. Saber levantarse tras haber tropezado o probado los sinsabores de un fracaso.

Como apuntaba recientemente el teórico y emprendedor Kenneth Morse, “equivocarse forma parte del proceso de todo emprendedor”.

Son muchos los analistas que coinciden que en España esta premisa (tan interiorizada en otras latitudes) no se termina de asumir. Se penaliza el fracaso dejando un aura negativa.

Fuente: thinglink – Content Lab

 

La idea es dar la vuelta a esta percepción: del fracaso se aprende. Como aseguraba el célebre deportista Michael Jordan: “he fallado una y otra vez en mi vida, tal vez por eso he conocido el éxito”.

 

Un emprendedor más especializado y competitivo

El de nuestros días es un emprendedor cuyo ecosistema financiero es considerablemente más complejo y competitivo que el de hace un siglo, cuando el capitalismo financiero estaba naciendo.

Mientras en la década de los veinte había terrenos inexplorados (de hecho, el emprendedor estaba concebido socialmente como un sucedáneo de aventurero) hoy todo es más complejo y se le percibe como un inversor que busca un bien común o mejorar este mundo mediante una idea útil, rentable e innovadora.

El emprendedor de hoy tiene acceso a una mayor cualificación que el de antaño, que se movía por mera intuición, fiándose de datos muchas veces sin contrastar o simple olfato empresarial.

Hoy existen escuelas de negocios, masterclasses, mentoring, ted talks, MOOCs, universidades y hasta una ley educativa, la LOMCE, que nos habla directamente del emprendimiento. Recursos por doquier con el peligro constante de la sobreinformación si no existe un filtro de calidad.

A cambio, las exigencias económicas y técnicas son más severas: quien emprende hoy en día debe actuar como líder y guía de un equipo, pero también como estratega. La planificación resulta indispensable para un óptimo desarrollo de la compañía. Necesita estar al tanto de los errores que se han cometido en el sector para no volver a repetirlos.

En cuanto a financiación, ahora está más extendida diferentes corrientes, tanto la de bootstrapping (el hazlo tú mismo) como obtener financiación a través de venture capitals o crowdfunding.

Mientras que en el pasado el emprendimiento se entendía en clave jerárquica, con férreos e inamovibles organigramas, el de ahora aspira a implantar una estructura más plana y, en la medida de lo posible, horizontal.

La información hoy día es mucho más transparente y pública que antaño, que se presentaba confidencial. Algunos datos eran secreto de estado. La transparencia es sinónimo de empresa confiable. La tecnología, por su parte, era fija y estática, tangible. Hoy la mayor parte de ella está en una “nube”, dejando un espacio mínimo al hardware. Mejor online que offline. En otro orden, las empresas cada día apuestan más por los coworkings o la movilidad laboral y el teletrabajo, en clara evolución con respecto al trabajo de oficina de antaño, mucho más rígido.

Existe otra diferencia notable entre las épocas analizadas: mientras en la década de los veinte del siglo pasado al emprendedor lo motivaba la ventana de oportunidad, al de hoy puede guiarlo la formación y el conocimiento del entorno digital.

El mercado de hoy día es más grande, amplio y diverso de lo que ha sido nunca. Antiguamente, era más estanco y compartimentado. Es consecuencia de la digitalización e internacionalización. Un producto o servicio puede abarcar varios segmentos de mercados. Intentar ampliar el target es también una misión emprendedora.

 

Hacia un nuevo emprendimiento con valores 

El siglo XXI viene de la mano de un emprendimiento ético. Nos referimos al conjunto de valores, códigos y virtudes que definen las relaciones laborales de una compañía o equipo de trabajo.

No es extraño que las empresas construyan su identidad de marca alrededor de valores como la honradez, la transparencia, los derechos humanos, la participación o el respeto a la naturaleza, por poner algunos ejemplos veraces. No sólo por una cuestión ética, que es lo más evidente, también por motivos de pura y dura rentabilidad. Los consumidores lo exigen. Está visto y comprobado que las empresas cuyo branding se lleva a cabo bajo un código ético en clave de amabilidad, respeto y valores universales acaban siendo más eficientes.

De hecho hay marcas cuyo fundamento está directamente relacionado con hacer un mundo mejor y/o con los Objetivos de Desarrollo Sostenible 2030 de Naciones Unidas.

Las empresas cuyo branding se lleva a cabo bajo un código ético en clave de amabilidad, respeto y valores universales acaban siendo más eficientes.

Un gran cambio en estos años es que cada vez hay más mujeres que emprenden.  Su capacidad de empatía, pensamiento a largo plazo y orientación social son fortalezas en un momento en el que las compañías tienden a lo social y sostenible.

Si todo esto es algo que te parece fundamental, debes saber que también hay formación emprendedora relacionada con crear soluciones para los retos globales a la que te puedes apuntar.

El nuevo emprendimiento promueve también los objetivos comunes. Desarrollar el trabajo en equipo en un clima laboral agradable, entusiasta, colaborativo y productivo es una de las metas de cualquier compañía potente de hoy día.

Crecen las actividades en grupos, tanto en el lugar de trabajo (zonas de recreo y descanso) como fuera del marco laboral. Los equipos deben ser dinámicos y actualizarse con asiduidad.

Se recomienda fomentar la tolerancia, desarrollar la empatía y el respeto. Las condiciones millennial también influyen en la realidad actual: La flexibilidad en los horarios, el teletrabajo y la mejora de las condiciones laborales aportan un plus significativo a la hora de construir un óptimo ambiente de trabajo. Un equipo que entiende la realidad contemporánea y comprometido con los objetivos es indispensable para que prospere el proyecto.

Y hacer partícipes a los trabajadores de los objetivos empresariales pasa por tener mano izquierda; es necesario escuchar a las personas empleadas. Impulsar la creatividad de los trabajadores, dotarlos de libertad, margen de maniobra y cierto grado de autonomía que fomente la implicación en las estrategias claves. Algunas voces hablan del término emprendimiento colectivo, una forma de involucrar a todo un equipo en objetivos comunes.

No sólo a nivel interno hay que fomentar los valores: el buen trato al cliente es innegociable. Hoy no se entiende que las compañías no trabajen la experiencia de usuario como un pilar indispensable en su proyecto emprendedor.

Hacer sentir a tu público objetivo parte del día a día de la empresa e interesarse sinceramente por las opiniones de los clientes son tareas ya comunes (y deseables) en toda estrategia comercial.

En definitiva, el futuro será con valores o no será.

 

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